Las empresas, las que quieren progresar de verdad, impulsan proyectos de mejora para lograrlo. Sin embargo, ocurre con frecuencia que pasado el ímpetu inicial del proyecto, éstos quedan en poco o más bien en nada. Se moviliza a la personas, se invierten recursos, y luego a veces los resultados no son satisfactorios ni duraderos. ¿Os suena?
¿Y por qué ocurre esto? Algunas causas frecuentes del fracaso en la implantación de proyectos de mejora son las siguientes:
- No conocer realmente los elementos que se han de gestionar para mejorar la eficacia de la empresa, habitualmente, por no haber hecho previamente un diagnóstico sistemático y profesional de la situación de la organización y de sus principales factores de mejora.
- No aplicar el plan de mejora con la suficiente profesionalidad, dedicación, ni compromiso. Es decir, buenas intenciones, pero en la práctica, escasas acciones o con poca intensidad. O a veces, simplemente hablar mucho y hacer poco.
- No realizar un enfoque general, sino más bien, hacer acciones aisladas que carecen de una perspectiva global, y que no tienen en cuenta el carácter sistémico de la empresa. Sólo tocando unas partes, difícilmente vamos a llegar al todo.
- No perseverar en plan de mejora, y desanimarse ante las primeras dificultades, o lo que es lo mismo, no hacer un seguimiento periódico, riguroso y sistemático del proyecto de mejora. Sin seguimiento sistemático y continuado a lo largo del tiempo, es muy difícil que cambiemos ninguna dinámica relevante existente en la empresa. Y este factor es de gran importancia.
La clave de la mejora está en el seguimiento sistemático y continuado del proyecto que hayamos iniciado. Hay que ser constantes, pesados si es necesario, abrazar el “espíritu de la taladradora”, que consiste en perseverar, perseverar y perseverar. Así seguro que conseguimos que nuestros planes de mejora se hagan realidad, y que las organizaciones realmente progresen.
¡Un fuerte abrazo a todos, y si queréis, en dos semanas nos vemos en el siguiente post!
Pablo Maella